viernes, 12 de febrero de 2010

Fiesta: la historia vista con mis ojos de niño



Los personajes de esta historia son reales y, aunque no menciono nombres, son bastante identificables por quienes me conocen. Cuento autobiográfico o biografía ficcionada, nunca me quedé contento con ningún termino así que es vuestro privilegio elegir el que más les plazca. Nota a parte, y creo que no me falta razón, con todo el cariño que aún le guardo a las féminas de este relato: un poco de sexo más seguido no les caería mal. Gracias.

Había una vez tres jovenzuelos muy distintos: la cara pálida del primero delataba de manera cómplice sus rasgos duros, muy marcados, la nariz espigada pero no grotesca, los músculos ubicados con total simetría uno del otro y su cabello bien peinado, de lado y castaño. El segundo era un larguirucho narigón, de brazos cortos y cabello ondulado, con una mirada risueña y sonrisa taruga, sus anteojos hacían que su frente se viera aún más pequeña de lo que es. El tercer muchacho era yo. El primero de los chicos diría “Es negro, ha engordado un poquito y tiene unos lentes grandes, más o menos como los de Spike Lee”, el segundo se referiría a mí como “El zambo es chévere, está misio, debió seguir jugando fútbol”.

Fue viernes el día en el que los dos muchachos y yo les propusimos a un par de muchachitas salir a dar una vuelta de noche por Lima. Ellas, recién bajadas del avión, querían festejar cual quinceañeras el simple hecho de poder respirar aire, la subida del dólar, la liberación de Crousillatt, o cualquier otro pretexto soso para desempolvar sus trajes tornasolados o platinados y sus zapatos puntiagudos.

Eran dos muchachas ligeramente lindas, de las que el maquillaje no se debería escapar. Debíamos esforzarnos un poco para encontrar cierta belleza, sin embargo, lo más preocupante era que mientras transcurría el tiempo debíamos esforzarnos más aun para encontrar su simpatía. A aquellas dos chicas se les unieron dos más. Ya iban cuatro, de las cuales sentíamos que una sobraba o que, en su defecto, uno faltaba.

Llegamos a un casino limeño llamado Fiesta, ubicado en Miraflores. Por fuera las luces se estampaban contra los parabrisas de los automóviles y contra el rótulo de Vivanda. Un letrero de tamaño regular se posaba en la entrada y dos de las chicas decidieron fotografiarse junto a él mientras posaban de manera calendarizada con una sonrisa blancuzca, casi fulgurosa.

Ya adentro, los siete nos sentamos a una mesa, pedimos la carta y ordenamos algunas cervezas para los hombres y unos piscos sours para ellas. Yo ordené una Heineken, mi hermano el blanquiñoso una Cristal y el narigón nada. Mientras bebía con delicia y cierta calma mi cerveza –porque había pagado 12 soles por la botella, cuando regularmente pago 4 en la calle- cogí mis audífonos y encendí el reproductor. Sonaba ACDC. Fuera de mi universo, las chicas, que ya me estaban aburriendo con sus miradas delatoras y de insatisfacción, movían sus mofles a ritmo de cumbia o alguna canción de moda. Lo confieso, una era más linda que la otra, pero no creo que hubiese servido para algo más que una noche en una cama de hotel.

El problema llegó con la cuenta. La camarera tuvo una confusión y nos cobró todo junto cuando cada uno debía pagar lo que había ordenado. Al parecer a la guapa mesera también se le olvidó mencionar que, a parte de lo consumido, cada uno debía abonar cinco soles más por algo que ellos llaman “derecho de tenedor” (la verdad yo no vi alguno, y tampoco probé bocado, así que no tenía mucho sentido). Una de ellas mencionó que la cuenta ascendía a 120 o 130 soles, no recuerdo muy bien, pero tras la confusión también mencionó que para ellas eso no era nada, así que pagó la cuenta de todos, y por lo que me enteré luego, anduvo diciendo que éramos unos misios, que no teníamos dinero, conchudos, arrimados y miserables. Guardadito se tenía el prejuicio la muy pendeja.

La noche se nos jodió. Yo solo quería llegar a casa y echarme a la cama a leer o ver televisión. Mis amigos, algo más diplomáticos quisieron quedarse…. y yo, algo más tarado, los seguí. Ellas compraron su alcohol y nosotros observábamos como se contorneaban en la pista a ritmo de baladas caribeñas. Por si lo olvidé, luego del altercado de la cuenta, un amigo se nos unió. Un cuarto muchacho, simpático, bonachón, con auto –por ese lado ellas estaban contentas, aunque debo rescatar que a una de las cuatro el auto, el dinero y algunas gollerías le importaban poco-. Tras seguir con sus pasos provocativos de bailes de tubo y con los shots de tequila que venían y se iban de la mesa, decidimos irnos.

Las volvimos a ver una vez más antes de que regresaran al país del Tío Sam y no más. Ahora, desde miles de kilómetros nos escriben indirectas muy directas y nos dicen con la mayor desfachatez que somos unos miserables, que nos arde en el culo que nos molestaran y que nuestra conchudez supera cualquier grado de tolerancia de su parte. Cierto, también ponen en duda nuestra hombría por no querer invitarles una cerveza o por no dejarnos fotografiar junto a ellas. Yo, por mi parte puedo decir, no tenía dinero. Si lo hubiera tenido les hubiese invitado algunos tragos aunque quizá hoy me estuviese arrepintiendo. No valían la pena. Tanto tienes tanto vales, yo no tenía un carajo así que no valía-ni valgo- nada (Dicen o piensan estas muchachitas).

Prefiero volver a mis cuentos y vivir en ese mundo abstracto que ellas tanto critican, si me arde el culo entonces me arde. Lo bueno de pensar y hablar como niño cuando se es grande es que las cosas no me duelen como niño. Ahora iré a dormir sintiendo que mis ojos de niño ven con más claridad lo que le pasa a mi yo de grande.

6 comentarios:

  1. Con haaaaarrrrrrto rocoto zambo!! para que pique!! ajajaja buenaaaa

    ResponderEliminar
  2. "...Lo bueno de pensar y hablar como niño cuando se es grande es que las cosas no me duelen como niño. Ahora iré a dormir sintiendo que mis ojos de niño ven con más claridad lo que le pasa a mi yo de grande." ...autoprotección, mi fin.

    ResponderEliminar
  3. Que buen relato. Me gusta esta visión, de un grande hablando como si fuera niño.

    ResponderEliminar
  4. tio, pidele a darianita una de sus tantas cremas...pa q n o arda...
    que genial, cada entrada me quedo sin palabras... muy wena tu vision

    ResponderEliminar
  5. Muy bueno el post amigo nerito, definitivamente las chicas "plástico" son y seran siempre eso. Tú eres más que ellas, como ser humano, eres un gran amigo y una excelente persona, eso jamás tendrá precio!

    ResponderEliminar
  6. Recuerdo cuando me contaste la historia, me parecio de lo peor pero asi es la vida, te encuentras de lo bueno lo malo y de lo malo lo bueno

    ResponderEliminar