miércoles, 26 de enero de 2011

El (buen) humor



Nota: Alfredo Bryce es de los mejores escritores que ha dado este país, y me considero un asiduo lector de su obra y admirador hasta los huesos de su peruanidad…pero Rossell es un capo y esta caricatura le salió genial.

Me es inevitable mencionar nuevamente al gran Cortázar, y es que el cronopio tenía siempre la explicación precisa, agudísima pero muy sencilla, de aquellas pequeñas situaciones que pasan volando ante nuestros ojos. En una entrevista que le realizó el periodista español Joaquín Soler Serrano, en el año 1977 –y que pude conseguir gracias a estos benditos programas de descarga por internet- el argentino nacido en Bruselas, nos hace recordar la importancia del humor en la literatura y en la vida misma; y hace una distinción entre el humor latinoamericano (más chabacano, gritón, obvio, burlesco y grandilocuente) y el humor anglosajón (satírico, ácido, inteligente, introvertido y que viste de frac). Lógicamente el fenómeno al que varios alaban –y que a mí me parece sobrevalorado- llamado globalización, ha hecho posible la mezcla y la adopción de otras costumbres en estos más de treinta años que han pasado desde aquella entrevista.

La generalización es el paso previo al prejuicio y la intolerancia, pero hoy no me pondré solemne ni mucho menos estirado…y gracias Soda Stereo por la distención. “He dejado las drogas y el tabaco, y las mujeres me han dejado a mí, qué dura es la salud y el celibato”, y no lo digo yo, sino Joan Manuel Serrat. Al oírlo me pregunto ¿Se puede reír y estar de buen humor por eso? Y mi respuesta va acompañada de una sonrisa, una bocanada y un abandono de ventana: Sí.

El día en que ya no pude llorar por la ex novia, solo me quedó reír. El día en que se murió mi abuelo también reí, al igual que cuando se fue papá, mamá, cuando me botaron del trabajo o cuando me liberé de mis antiguos jefes y me quité la corbata para no volver jamás. Tenía un buen humor ese día de la auto exclusión, así que me fui caminando por Larco en la mañana, sin dinero en los bolsillos y con un cigarrillo húmedo entre los dientes. Me reí cada vez que Perú perdió en las Eliminatorias, en la Copa América, en el Sudamericano, y me río cada vez que sigue perdiendo. Toda esa risa llega luego de media hora de fastidio constante, como también puede ir combinada con este. Me reí también cuando me dijeron “Ya le dije, pero me ha dicho que tú no le gustas” , “No nos llame, nosotros lo llamaremos”, “Hemos rechazado su solicitud”, “El baño está ocupado”, “Te cobro cincuenta céntimos si quieres entrar”, “No eres tú…no, la verdad sí eres tú”, “Creo que estoy embarazada”, “No lo estaba, ya me vino”, “Eres negro, por eso”, “Hoy no fío, mañana sí”, “Tiene 14 años, no seas pendejo”, “Ya fue, las flacas se van con nosotros, broder”, “Lo siento, tengo novio”, “Trabajo de lunes a viernes y los fines de semana no puedo”, “Me debes dinero”, “Su servicio está restringido….”, “Este es un mensaje de Claro…”, “Dice que ya no viene”.



Lindas frases, todas y cada una de ellas. Antes de una buena carcajada, se encontraba la molestia, el hastío y la frustración. Pero esas son pequeñas cosas que nos ocurren y que nos joden, pero casi nunca nos duelen “Estamos a punto de botarte de la universidad”, “Un memo más y estás fuera”, “No le queda mucho tiempo, así que prepárense”, “Te fui infiel”, “Ya no te amo”… a ver, ríete en ese momento ja-ja-ja-ja. Casi imposible ¿O no?.

Para el buen humor está mi soledad, y con la soledad se convocan a esas musas que cobran, pues a diferencia de Serrat yo no las tengo en un armario, sino en un teléfono. Mi buen humor también está plagado de palabrotas, majaderías, homofobias y xenofobias y quien diga lo contrario o se ponga moralista, miente. Todos hemos ‘jodido’ , pues así se dice, joder; a un tipo de gay, de negro, de cholo, de blanco desabrido y desorejado, a una flaca de gorda, aunque el término conviva en las antípodas, a una flaca de fácil, de aburrida, de obtusa, a un amigo de pisado, cachudo, arrastrado, drogadicto, poco inteligente, muy inteligente. Está bien, el humor nace de mi prejuicio, es mi ventana para poder gritar a todo pulmón que soy un ser contentamente imperfecto y que así me voy a morir pues mi humor no es deshonesto, sino putañero.

En los peores momentos que me ha tocado vivir, en los golpes y en las ilusiones, siempre he tratado de reír “Ríete por lo menos una vez al día”, me dijo mi abuelo Andy alguna vez, y ese consejazo, se lo he tratado de transmitir a todo aquel que alguna vez me dijo “Leo, qué hago, no me siento bien”. Así que hoy, río de mi mismo y de ciertas desgracias también. Mi buen humor es políticamente incorrecto, no es digno de un príncipe, de un presidente o de un duque, pero es digno de mi alma, de las melodías que navegan entre mis arterias como si fueran barcos camaroneros Bubba-Gump.

"Detrás de cada hombre hay una gran mujer. Detrás de ella, está su esposa". Groucho Marx.

"A fin de cuentas, todo es un chiste." Charles Chaplin.

"Entran dos amigas a un ascensor y una le dice la otra:
-Che , qué olor a pija hay acá adentro.
Y la amiga le dice:
-Perdoname, es que se me escapó un eructo". Yayo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

My dear diciembre



Recuerdo aquella tarde de prolongado crepúsculo rojo en la que leí la historia del patito feo. Mamá tenía fama de empollar huevos majestuosos de los cuales salían los especímenes más bellos, pero ese día en que el patito feo emergió del séptimo huevecillo, fue despreciado y luego ignorado. El patito tuvo que salir de su corral natal y se fue. Esta historia para niños es un homenaje a los más serios problemas psicológicos de los adultos: se termina feliz luego de que alguien –uno mismo- se da cuenta de que se puede encontrar felicidad, buenaventura, regodeo, regocijo, complacencia y otros sinónimos más en algo que apartamos y rechazamos pues es o bien el causante, o bien el desdichado al que le podemos echar la culpa de cualquier situación (para no echárnosla a nosotros), como el mes de diciembre.

Empiezo a escribir estas líneas con la idea de no colaborar en el perecimiento de este espacio, y también porque es diciembre. Este mes es como mi patito feo, lo quiero mucho, pero cada vez que volteo y lo observo, veo reflejado en él un poco más de mi condición de humano. Aquí el daño se hace más prístino pues, aunque algunos nos neguemos a querer llamarle “el mes familiar”, sí que lo es. Mi diciembre-patito-feo es como la laguna en la que se refleja la pequeña ave pues me hace verme con todos los defectos que podría tener, tanto los que fui dejando en el camino como los que recogí de él.

Es la segunda vez que le escribo a un mes (o “por un mes”) ya que el año pasado también dibujé un texto llamado Diciembre y abril, que está en este mismo blog, y ahora veo que un año puede significar mucho en la vida de alguien, me hace pensar en cómo serán los años para un preso ¿O es que para ellos son como contar días o simplemente se reducen a marcas en las paredes? No se confundan, aún me siguen disgustando las navidades pues gasto más dinero en llamadas telefónicas que en cualquier otra época del año, se me da por hacer las paces con ellas y por oler el humillo de los cohetes que adornan las ciudades.

En el epílogo de este año soy consciente, un poquito más, que amé, que me hice más hombre y más humano, que es probable que nunca aprenda a tocar un instrumento musical, que no es bueno robar pero que solo me lo permito hacer cuando se trata de libros y besos. Me es imposible hacer un balance del año, pues aún no quiero escribir esa novela, pero sí que fue una buena mierda, sí que jodió, jode, y jode bien (como el ser humano).

Te recuerdo, y a ti también, y a ti más, y a ti…definitivamente a ti también te recuerdo, y lo seguiré haciendo cuando diciembre se extinga, pero es hoy cuando te recuerdo más, cuando huele a vacaciones, cuando se percibe el perdón de ninguna culpa y cuando quiero volar.

Un amigo que murió antes de que yo naciera me dijo una vez que lo mejor que puedo hacer es no volver a escribir una línea, que en vez de eso trate de vivir todas mis historias, y que si no puedo pues que las escriba, y que si no puedo vivir alguna pues que entonces las escriba con mayor ímpetu... “pero siempre opta por la primera opción”, eso dijo. Y entonces vi a otro amigo al que no le hacía falta escribir ni inventar, y me di cuenta que no era yo.

El patito feo se convirtió en un precioso y elegante cisne, el más bello de todos y se quedó así para siempre. Prefiero decir que se quedó así para siempre y no que vivió siempre así, porque tengo la esperanza de que no muera jamás.

Leonardo

domingo, 26 de septiembre de 2010

Para ti

Esta entrada va para la mujer de mi vida. Feliz cumpleaños, mamá. Te extraño.

Mamá, yo quiero ser de agua. Hijo, tendrás mucho frío. Mamá, bórdame en tu almohada. ¡Eso sí! ¡Ahora mismo!

Federico García Lorca

Para no dejar de juguetear con mi ego y ver el anverso de todas las situaciones que me ocurren, comenzaré con un “Yo te extraño”. Este 26 de septiembre es curioso debido a que es tu primer cumpleaños que yo paso solo. Para cuando leas esto probablemente estés en las cabinas del tío Víctor, y Marvín te haya ayudado a acceder a esta página debido a tu desinterés por algunas tecnologías, que yo tanto envidio (Y es que así se vive más feliz).

Es curioso la forma en que uno reniega con alguien cuando lo tiene delante de los ojos, o con la oreja pegada al auricular, sí, qué curioso, pero al menos al recibir una respuesta a ese estímulo, sabemos que ese alguien está ahí. Probablemente estuviste en casa de la tía Nancy, comiendo al lado de la pileta y tomando un par de cervecitas heladas, con el sol pegándote en la cara pero bien abrigada por la temperatura que abraza La plata. Debes haberla pasado muy bien junto a la abuela que te fue a hacer compañía por unos meses, junto a Juan, a la familia que se reunió para darte palmaditas en la espalda y recordarte que ya son cuarenta y (¿). Jolgorio, regocijo, felicidad por todo lo alto y muchos recuerdos.

Tu hijo ya creció. Ya creció e hizo y viene haciendo con su vida lo que le place. Han pasado tantos años desde esas resondradas en la sala (el cuarto, la cocina, “limpia tu cuarto”, “no llegues tarde”, “estudia”), desde los jalones de las orejas que hicieron que crezcan un poco más de lo que la naturaleza planeó, de las correteaderas con el chicote que guardabas detrás de la refrigeradora (un lugar muy original), de cuando me hacías poner un sombrero y bailar como Michael Jackson en la sala, de la vez cuando tenía seis años y le pegué a Joao y su mamá la “Muñeca” te fue a dar las quejas, de la vez que me fuiste a buscar a una fiesta de quince porque me había pasado de la hora, o del día en el que, mientras jugaba y derramaba testosterona con mis amigos, saliste al Correo y me dijiste “Leo, y son las seis, entra a bañarte porque vamos a llegar tarde al cine para ver la película de Salserín” (Gracias por eso mamá, tuve que ir a terapia).

Estoy observando una fotografía donde estoy a tu lado con no sé cuántos años, quizá meses de nacido, probablemente tú ya tenías 20, en el jardín de mamama, y yo en mi cochecito rojiblanco bien patriota como siempre. Parece ayer aunque no lo recuerdo, ya que mi primer recuerdo es de cuando tenía 3 años y bajé a la cocina para estamparme contra una triste realidad: me habían quitado el biberón y había que aprender a tomar en taza.

Ha pasado el tiempo y ambos hemos cambiado mucho desde esa foto, pero nunca has dejado de quererme. Quizá hemos pasado épocas difíciles y sí que las vimos negras, pero nunca bajaste los brazos, ya que con todo y frustraciones, peleas, problemas y desorden, seguiste yendo pa’ adelante.

Gracias por aceptarme tal cual soy (Soy el único que tienes así que no te quedó otra, es broma). Quizá no tenga el corte de “mejor hijo del mundo” o “adorador de su madre que la pone en un pedestal”, pero sabes que sí estás primera en la lista de mis mujeres importantes y de mis personas importantes, y jamás irás a parar a otra posición. Buena decisión la que tomaste de decirme las cosas siempre como me las tuviste que decir. Te extraño mucho todos los días, y esto es difícil. Aprendí a hacerme adulto en compañía de mis libros, la vagancia, mis amigos, mis experiencias horribles y malas. Hay cosas de las que no estoy orgulloso, pero no me arrepiento de alguna. En la vida hacemos idioteces que nos enseñan, quizá dañamos personas en el camino, pero quiero que sepas que nunca con intención, que tengo manchas en el papel de mi existencia, pero que no crecí mal, que soy un tipo leal gracias a lo que papá y tú me enseñaron desde siempre y que, aunque sea frío por momentos, nunca dejaré de pensar que no pude salir de alguien mejor que tú. Te veré pronto. Te amo.

Feliz cumpleaños, mamá.

"Mi mamá dice que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar."

Forrest Gump

domingo, 12 de septiembre de 2010

Sobre la noche, lo bizarro, la música y las personas gramaticales

En una reivindicación con las palabras, con un abrigo gris entre rata y burro, entre cannabis y Pall Mall rojizo, luego de un día de tallarines a la pimienta, mucha vida, dos sonrisas y una ceja levantada, entre todo eso, sigo oyendo parlamentos incomprensibles para los de lentes alargados.

Nietzsche, al decir que la vida sin música no tiene sentido (y no lo cito, lo utilizo de manera indirecta –porque lo utilizo al igual que otras tantas cosas-), utilizaba sus últimos suspiros para creer. Sin desesperanza, solo, entre estos muros pintarrajeados y azules y gruesos como un chorizo, sonrío, sonrío luego de haber olvidado llamar a un amigo por su cumpleaños; él entenderá “Si el amor conforta, lo demás no importa”, dice un verso de esa canción que, en algún momento, logró atrapar un par de mis lágrimas.

La noche en Lima fue luminosa, plagada de sueños y besos, sin mentiras ni flagelaciones. Algunos taxis muy distintos: Coupé blanco, Station Wagon amarilla, Daewoo negro; y también un bus verde y rojo, danzando entre callejuelas, portando un par de cabezas con muchos planes y una a la que ya se le están borrando.

Lo bizarro transcurre cuando el ex novio de la muchacha con la que sales te la deja como un testimonio en una carrera de postas, te la alcanza como un pedazo de lomo en una bandeja y observa con pena como se alejan caminando uno al lado del otro; y luego, esa mujer que ahora es la ex novia de alguien, y tú, llegan al lugar donde llega tu ex novia con un tipo al que tú jamás se la hubieras entregado como un testimonio, ni como una encomienda, ni siquiera como una cerveza, definitivamente jamás como una cerveza. Y se presentan todos entre sí. Ex novio se topa con ex novia y saluda con un beso en la mejilla. Ex novio saluda al novio con un apretón de manos. Ex novio presenta a chica con la que sale a ex novia. Ex novio presenta a chica con la que sale a novio. Un ritual generalizado que deja los cachetes de baba, que pone a prueba tu estoicismo.

Verla a los ojos es todo lo que necesito para completar mis días (¿De la ex novia o de la chica con la que sales?) ¡Dejá de hacerte el pelotudo con los chistes de ex novias!

Pasajera en trance. Recuerdo haber escrito un texto llamado “Pasajero en trance”, que probablemente encuentren más abajo al deslizar el cursor o en las siguientes páginas. Grandes Pedro y Charly. Ahora “Yo quise el fin no había más, yo quise más no había fin”, frase de la canción Tu amor, también de Pedro y Charly. Realmente es el inicio de la canción, y se la acabo de pegar en la ventana de la chica con la que salgo.

Las noches huelen diferente con el paso de los años. Las calles ahora se inclinan poco y las miradas se ponen más alerta dentro de una ciudad que se enfría. Tú andas completamente igual a como te dejaron hace 5 años, no has cambiado nada, ni te creció el cabello, ni aumentaste el peso, ni leíste más libros, ni probaste más drogas o te fumaste incontables cigarrillos, no. Tú andas exactamente igual y lo que cambió fue la ciudad, fue la noche, que anda más lila que de costumbre, que parece durar menos, que te incita tanto como un demonio con el que me identifico.

¿Creerá que la quise usar? Si su alma dice lo mismo que sus ojos, sé que no lo cree (en el fondo quizá un poco, pero aún así lo acepta), sin embargo depende de mí si le creo cuando me dice que sí me cree. Usar, no. Vivir, sí. Supongo que lo bizarro no solo me chantajea a mí, a ella también. Si cambiamos al ángulo inverso es: ex novio que me acompaña donde el chico con el que salgo porque no quiero que sea mi novio, y que me llevará a un lugar donde conoceré a su ex novia y a su novio. Después, en la esquina derecha, ex novia y novio bailando y besándose, al otro lado, chico con el que salgo jodiendo por un beso y jaloneándome de vez en cuando. Siendo un tonto al no querer decirme ciertas cosas en las que sí lo entenderé, como cuando me pregunta si su papá estaría orgulloso de él. Beso para él ¿Contento? No era para estar contento, era porque no te había besado en toda la noche y porque besarse en público te molesta, porque no somos novios (¿Ves que hay diferencia?) (Pequeña broma) Igual rompiste con una barrera cuando te es difícil controlar tus labios (sabes de qué hablo). Sí, lo hice.

La música se volvió un estado consciente del que no me canso. La noche sigue su curso por los rieles de mi vida y otras millones de vidas más. Tiene más polvo, más fantasmas, cambia, sé que es ella la que cambia y no yo. Yo estoy igual solo que al cambiar la noche me devela nuevas puertas y me revienta trompetas en los oídos, nuevas personas, nuevos genios. Lo bizarro me lo busco yo. No hay vida normal. La chica de las cejas y ojos grandes sabe que no. Que ha sido una época bizarra y lo seguirá siendo: que se trascendió la usanza y se llegó a la vivencia.

Gran chullo montado sobre la escoba con el aroma adictivo del café y los cigarrillos… impresos en una piel indomable.

sábado, 31 de julio de 2010

Cómo escribir una historia de amor en una carilla


Si no has determinado en qué formato empezarás con el trazo de las palabras, sencillamente, no podrás escribir ni siquiera la historia de tu día. Aprende a diferenciar entre el uso de la máquina de escribir, del ordenador y de la pluma. La muñeca llevará la ilación de la historia, sin muñeca (ya sea que produzca meneos circulares o verticales y punzantes -es la muñeca ese arco de entrada al pueblo de la existencia. La autopista que conecta la aldea de las ideas con el pueblo de la existencia nace entre la mandíbula y el cráneo, debajo de la orejas, y recorre desde el hombro haciendo una pequeña pausa en el codo, el último impulso lo toma en la recta del antebrazo-) no hay historia.

Una vez llegado el momento, después de que sepas en qué formato vas a escribir, levántate del asiento (y si no estás sentado, como Víctor Hugo, pues siéntate), busca algún recuerdo que hayas atiborrado entre las cosas que no pensabas volver a ver, quítale el polvo con la yema de los dedos y recuerda las circunstancias exactas en que lo hiciste tuyo. Empieza por saber quién te lo dio, y termina por saber por qué lo guardaste para no verlo más. Si no fumas enciende un cigarrillo para al menos sentir ese sinsabor entre los dientes y la lengua, si la degustación es más fuerte que tú, deja el cigarrillo a un lado; si eres fumador, acábalo, de cualquier forma te hará recordar que cualquier acción, por más pequeña, te cambia.

Si pensaste en magnas tragedias, en largos viajes, en amores que vencen la barrera de la eternidad, de la muerte, del odio infundado por las familias, del engaño y el olvido, del fracaso y el perdón, y crees que puedes escribir la historia de amor más grande jamás expuesta, pues olvídalo. En una carilla, no se puede, a menos que hayas aprendido a amar antes que a escribir. Quien murió y aprendió a amar se acercó a aquello que algunos llaman sentido de vivir.

Aprende a aborrecer a uno de los protagonistas de tu historia, para que puedas amar al otro. Pelea con uno de ellos, a ver si te gana la partida y logra sobrepasar a la única persona que puede determinar cómo va a concluir esa historia: el escritor. Si el amor del protagonista deambula esas intensidades, y te pone un cuchillo en pro de su libre elección, debes aprender a dejarlo ir con quien más ama ¿Cómo hacerlo en una carilla? Golpea cada tecla o dibuja cada letra con cariño, si eres una dama imagina que tienes en los brazos al pequeño mientras se alimenta de tu seno, si eres un caballero imagina que tienes en los brazos a la dama que alimenta al pequeño, si eres un hijo de puta llora y golpea un par de veces la pared (sin lastimarte los nudillos) por aquel amor que ya se fue, por aquella culpa que ni una acción o un libro saben desechar.

No maquilles una historia que puede ser perfecta con sus defectos. No la llenes de adjetivos burdos y sinónimos que arman un rompecabezas ni cites frases de cartas de amor que jamás te atreviste a mandar. Pon una canción muy pesada. Marca dos veces el número de una ex novia y, si contesta, dile hola, ya no te extraño, marca una vez el número de un ex amante y dile que lo quieres y lo verás dentro de una o dos noches, así les estés mintiendo a ambos.

Si pudiste escribir una historia de amor en una carilla, después de hacer todo lo leído, llámame... porque yo aún no puedo.

miércoles, 14 de julio de 2010

Orgulloso de sus amigos



La primera entrada del mes de la patria, del mes de la finalización del Mundial y del último de los pronósticos del pulpo Paul, del calateo con caché de Larissa Riquelme, del nombramiento del nuevo entrenador de la blanquirroja (Vamos, Sergio), del mes de vacaciones universitarias y escolares, el que trae aguaceros sin lágrimas y follaje, hojarasca y ramaje desordenados y ventosos.

Son casi las cinco de la mañana y aún, gracias al húmedo invierno, faltan horas para que aclare el día. Desde el último post me he dedicado a escribir y leer mucho, aunque me he dado cuenta que aquí no puedo publicar esas líneas que de simpáticas tienen muy poco (por momentos). Mis cuentos los guardo para mí –por ahora-, los únicos tres poemas que escribí también quedarán sepultados entre los escombros de papel que decoran cochambrosamente mi pieza.

Esto se lo dedico a mis amigos que, considero, van camino a ser grandes hombres. El orden es aleatorio y no tiene nada que ver con algún tipo de jerarquía sentimental o considerativa.

Flaco, enjuto y corajudo. Fabricio Escajadillo, siempre recordaré aquella frase que desasna al hombre que se aventura por la vida: “No hay amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”. Estoy tan orgulloso de ti que nunca dejo de ver tus reportajes en canal 2 (así como no dejaba de leer tus notas en el diario por más aburrido que fuera el tema) Eres un gran fulano, describirte estaría demás. Algunos piscos, algunos porros, tantos cafés y largas caminatas. El pecho se me infla cada vez que digo “Ese es mi amigo, el que entrevistó a Markarián, el que sabe mucho y me recomendó tan buenos libros. Escribe muy bien y no es ningún pedante, como dicen algunos por ahí”. Qué suerte tengo, viejo. Eres un grande.

Alfredo (Alonso) Ponce. Vampi. Siempre dije que eres un tipo mucho menos malicioso de lo que yo soy. Vanessa ha tenido suerte de encontrarte. Te conozco desde que tenía recortables y aprendía a saltar las tres gradas en patines. Ahora eres todo un señor comunicador que está a punto de dar a luz a su productora. De tu parte nunca me faltó un abrazo, un poco de compañía o un chaufa del Chany. Siempre estaré orgulloso de ti y de haber conocido a alguien con quien fui por primera vez al estadio de Matute a ver un Alianza-San Agustín (Tribuna Oriente, 3 -1 triunfo blanquiazul). Gracias.

Manuel Aquije. Pastelero, drogadicto y fumón. No eres ninguna de las anteriores, lo sé. Mi amigo el papá, el tipo que tiene mi edad y que ya debe transmitirle todo lo que sabe a un enano de 5 años (Yo estaría volviéndome loco para ser honestos). Mi casa es mi casa y tu casa…también es mi casa. Me pasé casi dos años durmiendo un promedio de tres veces por semana en aquel cuarto de la computadora, luego de llegar de ya sabes dónde. Compartimos muchos vasos de whisky y cerveza viendo videos en línea y pensando lo molestas que son nuestras novias. Eres un tipo de gran corazón y de buenas intenciones.

David Lazarte. Qué tales huevos (de manera figurativa) Se ha comido más de una desaprobación, pero aunque no te defendí cuando el loco lava carros te sacó la mierda debajo del edificio, siempre te voy a querer por tener esa determinación que ya quisiéramos algunos. “Me voy a casar”, estás loco; “Está embarazada” , eres un imbécil. “Me voy a Arequipa”, eres un homosexual; te dijimos cosas que quizá a otro hubieran hecho desistir, pero tú sí que le diste con furia para adelante. Nunca te olvides de eso, tienes un aplomo muy jodido y siempre una sonrisa, aunque a veces te largues a dormir tan temprano y seas un cachorrito jugando póker. Grande Pa….to.

Chiki. Jano. Alejandrito. Alejandro Avilez. Mi hermano blanco, quizá si busco una explicación dialéctica o filosófica, e incluso sociológica, de por qué somos buenos amigos, no la encuentre. Pero en otros términos sabes que somos como uña y mugre. Si me están matando a las 3 de la mañana en Chaclacayo y te llamo a pedir ayuda, y tú estás en el Callao, sé que vas a ir sea como sea: lealtad. Honor. Estoy muy orgulloso de ti por miles de cosas, tú sabes bien por todo lo que pasaste. Han sido episodios feos que te han fortalecido. Quizá la vida no siempre se presente con los rayos del sol impresos, pero nunca es de noche para siempre. Ese día en que me elegiste para jugar fútbol en tu mismo equipo…ese día marcó otros miles de días en el que siempre te protegí. Jamás dejaré de hacerlo.

Otro flaco, siempre flaco, siempre alegre y putañero, cagón con sonrisa y muy honesto, vicioso como yo y jodidamente inteligente y culto. Ricardo Claret. A ti te debo un gracias gigante que ni muchos vinos podrán pagar. No creí poder conocer amigos de verdad a esta edad tan avanzada (Tus amigos los haces hasta los 12…16 con suerte, 18 si es que tienes plata), pero cómo es la vida de misteriosa y disimulada, fantástica, borgiana y surrealista (y bizarra). Gracias a ti no me volví loco, encontré a alguien lo suficientemente elocuente para manipular y direccionar mi cerebro y parte de mis emociones. Con buenos vicios y gran talento. Vas a ser un gran hombre (si es que ya no lo eres). Siempre será un privilegio compartir un habano contigo. Ando tremendamente orgulloso, mi hermano.

Todo esto es culpa tuya, Damián, tú y tu plan de mierda. Pervertido, caviar, revolucionario de café y soñador de realidades utópicas. Ese es mi amigo, el que algún día será presidente y, o bien se olvida de mí, o me manda de embajador a Francia o me regala un Ministerio de Cultura que aún no existe. De los mejores guitarristas que alguna vez oí, de los tipos más cultos (pese a su juventud) y con mejor gusto musical que conozco. Eres un persigue púberes, parvulitas que esperan un desfloramiento natural pero que tú tienes la necesidad de acelerar. Algún día viviremos en un cuarto digno de ratas y borrachos en París, solo para ir a La Sorbona o tomarnos un café Les Duex Magots, donde alguna vez Sartre y Hemingway supieron organizar tertulias macanudas.

Yo nunca prometo nada que no pueda cumplir, y ustedes ya conocen mis aficiones por el oficio de la pereza. Pero esta vez prometo escribir un segundo, un tercer y cuanto post se tenga que escribir para complacer a aquellos amigos que no están aquí y que saben que también estoy muy orgulloso de ellos, aunque a veces los tilde de maricones, extremistas, capitalistas, rojos y vagos.

Es un privilegio conocerlos. Gracias a ustedes, en gran medida, soy quien soy en este momento. Luego de las diferencias, las peleas, las carajeadas, los llantos, los cigarrillos y las puteadas, puedo decir que se puede calificar a un hombre de exitoso de acuerdo al grado de lealtad y amor que le tengan sus amigos.

“La vida es como una pieza teatral, no importa cuánto haya durado, sino cuan bien haya sido interpretada”

Séneca

jueves, 17 de junio de 2010

Los encededores extraviados


(Ejercicio del escribidor pelmazo)

La paciencia ultraligera que se destruye con las sábanas en un entrecruce matrimonial carece de virtudes, mientras los encendedores, que carecen de GPS, nos dejan sin porros y sin visiones (También sin cigarrillos, pero esos sí están permitidos encenderlos con el pequeño cirio del altar de las abuelas).

¿A dónde se van todos los encendedores luego de una noche en un bar? Por las madrugadas se tiene, al menos, un encendedor por bolsillo y otro en la chaqueta. Si no se fuma, igual se tiene uno ya que, este pequeño artefacto que cuesta entre 50 centavos y 50 dólares (y que siempre persigue la misma finalidad –o medio-) es el pasaporte para algún abordaje. En algunos casos pasaporte guinda, en otros azul, marcando la misma diferencia de los 50 dólares y 50 centavos.

Al llegar a casa, luego de una jornada que pudo ser agitada o sosegada –depende el encendedor-, y luego de quitarnos la ropa, se piensa en dormir o en leer. Sea cual fuere el caso, en algún punto pegamos el ojo. Al despertar se camina tambaleante hacia los purillos que quedan de la noche anterior y se busca uno de esos encendedores que reposaron en los bolsillos, resultado: no hay alguno, no hay ni para encender la vela en el altar. Hay calcetines voladores, libros, remeras o camisas ennegrecidas, películas (de cámara y de cine) polvorientas, pero ya no queda ni un encendedor. Ni siquiera podríamos pillar a un duende llevándoselo porque ya nos asaltaron mientras babeábamos.

Una tierra de un nunca y dos jamases

Quizá salieron volando por la ventana. James Matthew Barrie imaginó ventanas y techos londinenses en donde caía un niño huérfano y secuestraba hermanitos para luego llevarlos con otros huérfanos y así hacerse compañía todos juntos mientras se contaban historias anhelando mamás que jamás los olvidarán. Un pirata traumado y un hada enamorada completaban el escenario, pero tengan en cuenta que aquí se habla de niños, no de encendedores.

Es complejo concebir que los encendedores se van a un lugar donde los de 50 centavos coexisten en paz con los de 50 dólares, quién sabe, quizá existe un sistema imperfecto donde unos sirven a otros, donde los de color que dejan ver su gas están sometidos a aquellos que llevan marcas en el lomo y que no tienen la cabeza descubierta. Hay otros que tal vez formen parte de las fuerzas del orden, unos que son color plata y que brillan ante cualquier luminosidad. En la tierra de un nunca y dos jamases los encendedores se encienden solos. De vez en cuando vuelven a las habitaciones de donde salieron en busca de bencina y algunos para huir de la tiranía del Zippo mayor.

O se van allá o se van con algunos duendes. Dicen que los encendedores son valorizados entre algunas especies de gnomos y duendes, ya que en algunas aldeas que están al interior de las nubes oscurece muy rápido durante las tormentas, y como no están dotados con un sistema de fluido eléctrico se sirven del fuego portátil para no perecer durante la penumbra.

Un encendedor funciona como funcionan algunas relaciones: si lo conseguiste en alguna esquina por un precio muy bajo y lo extravías, consigues otro sin preguntar de más; si es especial y te demandó cierto esfuerzo en obtenerlo, luchas para encontrarlo y que no se eche al olvido (o se vaya con un pequeño hobbit).