jueves, 12 de noviembre de 2009

La metamorfosis (Franz Kafka)


“Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto…”

Esta es la frase con la que Franz Kafka inicia su obra más representativa, y una de las piezas más preciadas de todos los tiempos de la literatura universal; como se diría, un clásico de cabecera.

La metamorfosis no es una novela plagada de personajes, no es una novela histórica ni de terror; sino más bien de reflexión. En este libro se relata la historia de Gregorio Samsa, un joven comerciante que, por algún motivo (que nunca se explica de manera rotunda) amanece convertido en un horrendo bicho parecido a una cucaracha o una garrapata; y de cómo es que todo el universo que rodea a este personaje sufre transformaciones (“metamorfosis”) luego de lo acontecido.

El relato de Kafka describe a Gregorio como un muchacho trabajador y puntual, el sostén de su familia, la esperanza de esta para vivir y sobrevivir ¿Suena familiar? Esta novela fue escrita hace casi cien años y conserva la vigencia que en su momento tuvo, debido a que trasciende a su tiempo, tocando temas tan inherentes al hombre que, es muy probable, jamás desaparecerán. Esta novela, en principio, navega por el terreno del realismo mágico, introduciendo situaciones inverosímiles en escenarios totalmente creíbles para los convencionalismos y nuestro entender cotidiano (una casa, un cuarto, una familia, un trabajo, un jefe, una madre abnegada y un padre renegón). Sin embargo, estos elementos simples son los que hacen que la novela tenga ese impacto tan intenso, al juntarlos con un animalejo de antenas, patas largas y un caparazón mecedor.

¿Pero, qué más nos muestra este fascinante relato? Una vez oí que la literatura no es solo la creación de una historia, sino es como mirar una puerta de vidrio donde detrás hay una flor… no debemos mirar la flor, debemos mirar el vidrio que le da otras características a esa flor, la distorsiona, la embellece, la dibuja desde otra perspectiva. Es lo mismo que se podría hacer con La metamorfosis. No es solo un bicho el cual es despreciado por su familia y condenado a morir por el olvido.

Este personaje nos muestra todo un aspecto de la naturaleza humana, y desnuda su entorno. Nos enseña la forma de pensar de quienes, supuestamente, son sus seres más queridos e incondicionales, el egoísmo que de ellos se irradia, y su proceder ante situaciones incontrolables. El constante monólogo interior (la técnica por excelencia de esta obra) de Gregorio nos plasma con certeza lo que puede ser la soledad del hombre, un hombre indefenso y confundido, que ni siquiera se puede parar, que no quiere salir por la vergüenza que se produce a sí mismo. Una soledad que lo destroza y lo carcome, ya que no es un estado de soledad regular, sino la soledad de un bicho que piensa como humano (o de un humano que siente como bicho).

Gregorio no solo se levantó siendo un insecto, sino que se levantó de la cama siendo “distinto” ¿Si Gregorio se hubiese podido levantar de la cama por sus propios medios o con la ayuda de alguien más, por qué no podría abordar el tren que lo llevaría al trabajo viéndose de esa manera? ¿Por qué no podría seguir con una vida regular siendo diferente al resto? Aquí Kafka nos presenta un problema filosófico, un problema existencialista que, tal vez si Gregorio hubiese sido Jean Paul Sartre, hubiese podido superar. El problema de segregación y discriminación ya no solo era de parte del resto (su familia, su jefe y la criada) sino también de él mismo (auto discriminación). Ahí Kafka nos enseña la psicología de Gregorio “¿No puedo salir viéndome así?” tal vez se preguntara a sí mismo “¿No podré vivir siendo un insecto (diferente), viéndome como me veo?” quizá era una de las disyuntivas que pululaban por la cabeza del buen Gregorio.

Es claro que por parte de la familia, quien fue más cortante y tajante con toda esta situación, que no admitía alternativas distintitas y que automutilaba sus posibilidades de oír una explicación, era el padre de Gregorio. Un tipo duro y hermético. Ese hermetismo que aún ahora (94 años después de la publicación de esta novela) vemos en casi todos los grupos sociales. La intolerancia y la estupidez –que llevan al padre a tirarle manzanas a Gregorio para que no se acercase a su hermana- terminan por enterrar a su hijo en su propio mundo. Agredido por su propio padre, Gregorio no solo se ve como un monstruo, sino que se siente como tal. Es probable que la madre haya tenido la decisión más compasiva de toda la novela para con Gregorio: decirle a su hija (hermana de Gregorio) que no retirara los muebles de la habitación de este, porque si lo hacía se llevaría el último vestigio de su antigua vida. Sin embargo, al final, la habitación quedó vacía. Tan vacía como un bicho que no significa nada para alguien y que podría ser aplastado no por un zapato, sino por el desprecio.

Esta novela, corta, de lectura fácil y lenguaje sencillo, contiene una carga y un mensaje más profundo de lo que otras que se extienden cientos de cientos de páginas. Kafka demuestra maestría, grandeza, un amplio conocimiento filosófico y psicológico. El gran Kafka

En conclusión, Gregorio se desprecia a sí mismo tanto como el insecto en el que se ha transformado, sin poder reaccionar a una realidad que también ha atravesado por una metamorfosis (tal vez más espeluznante que la de él) y que, finalmente acaba por exterminarlo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Involución "jaifaiana" y aparición de la AMIX



Antecedentes históricos

Este término debe ser explicado bajo una exhaustiva revisión de la historia, remontándonos 5 o 6 años. Por esta época vivíamos gobernados por las órdenes de don Alejandro y doña Elian –y compañía-, algunos de nosotros abandonábamos el nido escolar y migrábamos hacia una vida más cruel pero más libre, en Estados Unidos el presidente Bush era reelegido, Perú perdía en las Eliminatorias (Instrucción: no tratar de remontarse a las épocas en las que se lograba ganar porque se podría pasar muchas horas delante del monitor, o en su defecto caer en un colapso cerebral), el precio de la papa, la carne, el azúcar, el aceite, la leche y demás abarrotes se mantenía estable –gracias Alan por jodernos después-, y también empezaba el estallido de una de las más concurridas redes sociales entre la imberbe población adolescente: el Hi5.

Por esos días yo pululaba por las diferentes cabinas de internet de la periferia de mi hogar, entregaba un cómodo donativo de un sol cincuenta (S./ 1.50) para que me dejaran sentarme en un cubículo de cincuenta centímetros de ancho por un metro de alto y navegar durante una hora. Mi visita a las diferentes páginas web culturales era muy educativa. Estaba interesado en observar lo último en avances tecnológicos en Corea y Japón (Porno oriental), a leer la exquisita literatura latinoamericana (relatos eróticos de chibolitas.com), a emplear procesos de galantería y cortejo (afane barato por las zonas púrpuras y anaranjadas –ciudades, Lima- en el Latinchat), emplear estrategias elaboradas y complejas con el fin de cumplir metas relevantes mientras competía en una carrera armamentista (tratar de jugar Star Craft).

De pronto, una tarde lluviosa y plomiza de julio, la novia de un amigo (de la cual evitaré mencionar el nombre porque podría desembocar en rencillas, debido a que estos ya no son novios) me envió una invitación al Hi5. Iluso, con la esperanza circunscrita, me di cuenta de que sería un buen mecanismo para sociabilizar con distinguidas damas (conocer flacas).

El apogeo de la “normalidad”

Con el Hi5 había conseguido reencontrarme con personas a las que no veía en mucho tiempo y que ahora estaban dispersas alrededor del globo. Una cierta popularidad “jaifaiana” me embargaba luego de la presentación de las fotografías en las que podía salir corriendo con mallas muy apretadas, practicando deportes extremos por calles y laberintos inacabables llenos de galimatías (bicicleteando por San Borja), asistiendo a refinadas recepciones (matricidio del Pato), entre otras cosas.

El brote

Sonriente y papirriqui, fui a la cabina de un sol cincuenta, me senté frente a la máquina, abrí el Hi5 y empecé a darme cuenta de que algo había cambiado. Un par de ñañas –como se hacen llamar las representantes de este movimiento contracultural- me habían agregado para ser su amigo (gracias al retrato principal de mi página). Me detuve durante unos minutos a observar lo acontecido y detecté algunas extrañezas. Sus “nicknames” eran unos jeroglíficos indescifrables hasta para el más experto egiptólogo y estaban compuestos por elementos que en algún momento pude ver cuando revisé una Torá en arameo antiguo. Era algo así: ρØηΧۼ® ®øggë® ® Diiαηiℓℓα .

El apogeo de la “anormalidad”

Papirriqui, continué yendo a las cabinas. Pasaban los días y las semanas, luego los meses, y el crecimiento del fenómeno antes mencionado era más vertiginoso y constante. La transformación fue como el calentamiento global: progresiva pero a gran velocidad. Ya no solo eran los “nicknames” ahora también la personalización se podía realizar en el interior de los perfiles (“Y es que la democracia ya es demasiada, mínimo un psicotécnico”, parafraseando a un popular comentarista futbolero que no es fanático de la felación).

Los perfiles empezaron a rellenarse de colorinches chillones, bolitas, pelotitas, cuadraditos, octágonos, hexágonos, rayitas, Pucca, Hello Kitty, la foto de Explosión Habana, A Conquistar, Mangú (Sí, vampi). El cursor, que regularmente es una flecha, se había convertido en algún rostro desgraciado, ositos panda, Jack (del increíble mundo), labios rojizos, marrones, carmesís, símbolos piratas, pentáculos, pentagramas, estrellas de David, cruces, o en su defecto –para parecer más nice, gentita CERFER- el logotipo ROXY.

Luego el salto de la contaminación visual se dio a las fotografías. Estas ya no eran simples fotos espontáneas que a uno le podrían sacar en una reunión de amigos. Ahora era el momento de posar. Aquí algunos de los ejemplos más claros de los patrones que engloban a casi todas las ñañas o AMIX:

· Tomarse fotos teniendo un espejo delante y otro detrás para que así el reflejo rebote y logren ver su cara y su trasero a la vez.

· Posar de medio lado vistiendo la camiseta de fútbol de algún equipo –de preferencia si es peruano- y un shorcito que en algún momento fue pantalón.

· Tomarse fotos teniendo de fondo La última cena de DaVinci, el Sagrado Corazón de Jesús con los ojos verdes, grafitis de Castilla y Loreto, paredes desgreñadas y destartalas que albergan fotografías familiares o retratos retocados de los bisabuelos que a su vez tienen fondos de color pastel (de preferencia color celeste bebé), manteles de peritas, sandías, fresitas, plátanos, etc, y un centro de mesa también con peritas, sandías, fresitas y plátanos artificiales.

· Posar en todas las fotografías con el rostro de lado para hacer que el cuerpo adopte una forma curvilínea (y más provocativa según el razonamiento AMIX) y que deje ver el culazo por el rabillo del ojo.

· Trabajar la fotografía en el programa Photoshop ubicándola dentro de truculentas y falsas portadas de revistas como Vogue, Cosmopolitan, Cosas, Vanidades, Rolling Stones, Cueros, Cuerpos Calientes, Playboy, Condorito, Gente, Magaly, Gisela, Caretas, Arkinka, entre otras.

El filósofo izquierdista, postmoderno, politólogo, historiador, abogado, materialista dialéctico, músico, psicólogo y sociólogo, Damián Gonzales, se pronunció acerca de este fenómeno “Todo esto es una explosión social contracultural nacida a raíz de los paradigmas impuestos por las televisoras y los diversos programas periodísticos que a inicios del año 2004 empezaron con la difusión de reportajes e informes pintorescos donde se retrataban las noches de desenfreno de la juventud de la Lima de los conos. El fenómeno “reggaetón” contribuyó con este lavado colectivo de cerebros, que llevó a la población juvenil más influenciable a empaparse de la basura y a encontrar un mecanismo de alienación que no había sido explotado por ningún otro sector. Teníamos a los jóvenes más pudientes (pituquitos) imitando a Kelly Slater y cargando una tabla de surf cuando muchos de ellos no sabían ni nadar, ahora tenemos a muchachos de condición humilde y de recursos limitados (misios y pirañas) tratando de imitar a Daddy Yankee, portando ostentosos relojes brillantes –de oro de fantasía que con el sol se ponen verdes-, o colgándose gigantescos artefactos en el cuello, a los cuales ellos llaman blin blin, adoptando expresiones centroamericanas”.

El erudito filósofo también agrega que ha estado expuesto a un contacto directo con varios especímenes representantes del fenómeno denominado la AMIX y que conocer este mundo le ha servido mucho en la investigación que actualmente lleva a cabo para la realización de su próximo libro “Estas muchachitas –mientras habla coge los lentes con la mano derecha, se los quita y los menea con suavidad –que dicen que son muchachitas, no sirven para nada. Muchas de ellas se venden en esta red social cual res en un mercado utilizando apelativos que ya se han vuelto un clásicos entre sus adeptos como La Más Naki, Carmencita la Tirivi, Chatita power Tlv Ya tú sa’, La queen de to’ los kines, La xenxazión de toa’ la batería fina, Milizxita solo pa’ tu consumo, La gatita techera del barrunto, entre otras expresiones propias de esta explosión contracultural, o anticultural, si cabe el término”.

Es así pues que ahora tenemos una tribu más instalada dentro de una jungla enmarañada llamada Lima. Una tribu que crece, al igual que la ciudad, desordenada y desproporcionalmente.

Nota: Si el tío Bedoya Ugarteche dijo que los “chunchos” no son color cobrizo sino, más bien, marrón caca y que se les debería meter Napalm a todos, en su columna del diario Correo (Difiero con él, me parece un comentario descabellado, muy pendejo y abusivo. Pero igual le publicaron esa idiotez)… por qué yo no puedo reírme mientras escribo.