sábado, 31 de julio de 2010

Cómo escribir una historia de amor en una carilla


Si no has determinado en qué formato empezarás con el trazo de las palabras, sencillamente, no podrás escribir ni siquiera la historia de tu día. Aprende a diferenciar entre el uso de la máquina de escribir, del ordenador y de la pluma. La muñeca llevará la ilación de la historia, sin muñeca (ya sea que produzca meneos circulares o verticales y punzantes -es la muñeca ese arco de entrada al pueblo de la existencia. La autopista que conecta la aldea de las ideas con el pueblo de la existencia nace entre la mandíbula y el cráneo, debajo de la orejas, y recorre desde el hombro haciendo una pequeña pausa en el codo, el último impulso lo toma en la recta del antebrazo-) no hay historia.

Una vez llegado el momento, después de que sepas en qué formato vas a escribir, levántate del asiento (y si no estás sentado, como Víctor Hugo, pues siéntate), busca algún recuerdo que hayas atiborrado entre las cosas que no pensabas volver a ver, quítale el polvo con la yema de los dedos y recuerda las circunstancias exactas en que lo hiciste tuyo. Empieza por saber quién te lo dio, y termina por saber por qué lo guardaste para no verlo más. Si no fumas enciende un cigarrillo para al menos sentir ese sinsabor entre los dientes y la lengua, si la degustación es más fuerte que tú, deja el cigarrillo a un lado; si eres fumador, acábalo, de cualquier forma te hará recordar que cualquier acción, por más pequeña, te cambia.

Si pensaste en magnas tragedias, en largos viajes, en amores que vencen la barrera de la eternidad, de la muerte, del odio infundado por las familias, del engaño y el olvido, del fracaso y el perdón, y crees que puedes escribir la historia de amor más grande jamás expuesta, pues olvídalo. En una carilla, no se puede, a menos que hayas aprendido a amar antes que a escribir. Quien murió y aprendió a amar se acercó a aquello que algunos llaman sentido de vivir.

Aprende a aborrecer a uno de los protagonistas de tu historia, para que puedas amar al otro. Pelea con uno de ellos, a ver si te gana la partida y logra sobrepasar a la única persona que puede determinar cómo va a concluir esa historia: el escritor. Si el amor del protagonista deambula esas intensidades, y te pone un cuchillo en pro de su libre elección, debes aprender a dejarlo ir con quien más ama ¿Cómo hacerlo en una carilla? Golpea cada tecla o dibuja cada letra con cariño, si eres una dama imagina que tienes en los brazos al pequeño mientras se alimenta de tu seno, si eres un caballero imagina que tienes en los brazos a la dama que alimenta al pequeño, si eres un hijo de puta llora y golpea un par de veces la pared (sin lastimarte los nudillos) por aquel amor que ya se fue, por aquella culpa que ni una acción o un libro saben desechar.

No maquilles una historia que puede ser perfecta con sus defectos. No la llenes de adjetivos burdos y sinónimos que arman un rompecabezas ni cites frases de cartas de amor que jamás te atreviste a mandar. Pon una canción muy pesada. Marca dos veces el número de una ex novia y, si contesta, dile hola, ya no te extraño, marca una vez el número de un ex amante y dile que lo quieres y lo verás dentro de una o dos noches, así les estés mintiendo a ambos.

Si pudiste escribir una historia de amor en una carilla, después de hacer todo lo leído, llámame... porque yo aún no puedo.

miércoles, 14 de julio de 2010

Orgulloso de sus amigos



La primera entrada del mes de la patria, del mes de la finalización del Mundial y del último de los pronósticos del pulpo Paul, del calateo con caché de Larissa Riquelme, del nombramiento del nuevo entrenador de la blanquirroja (Vamos, Sergio), del mes de vacaciones universitarias y escolares, el que trae aguaceros sin lágrimas y follaje, hojarasca y ramaje desordenados y ventosos.

Son casi las cinco de la mañana y aún, gracias al húmedo invierno, faltan horas para que aclare el día. Desde el último post me he dedicado a escribir y leer mucho, aunque me he dado cuenta que aquí no puedo publicar esas líneas que de simpáticas tienen muy poco (por momentos). Mis cuentos los guardo para mí –por ahora-, los únicos tres poemas que escribí también quedarán sepultados entre los escombros de papel que decoran cochambrosamente mi pieza.

Esto se lo dedico a mis amigos que, considero, van camino a ser grandes hombres. El orden es aleatorio y no tiene nada que ver con algún tipo de jerarquía sentimental o considerativa.

Flaco, enjuto y corajudo. Fabricio Escajadillo, siempre recordaré aquella frase que desasna al hombre que se aventura por la vida: “No hay amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”. Estoy tan orgulloso de ti que nunca dejo de ver tus reportajes en canal 2 (así como no dejaba de leer tus notas en el diario por más aburrido que fuera el tema) Eres un gran fulano, describirte estaría demás. Algunos piscos, algunos porros, tantos cafés y largas caminatas. El pecho se me infla cada vez que digo “Ese es mi amigo, el que entrevistó a Markarián, el que sabe mucho y me recomendó tan buenos libros. Escribe muy bien y no es ningún pedante, como dicen algunos por ahí”. Qué suerte tengo, viejo. Eres un grande.

Alfredo (Alonso) Ponce. Vampi. Siempre dije que eres un tipo mucho menos malicioso de lo que yo soy. Vanessa ha tenido suerte de encontrarte. Te conozco desde que tenía recortables y aprendía a saltar las tres gradas en patines. Ahora eres todo un señor comunicador que está a punto de dar a luz a su productora. De tu parte nunca me faltó un abrazo, un poco de compañía o un chaufa del Chany. Siempre estaré orgulloso de ti y de haber conocido a alguien con quien fui por primera vez al estadio de Matute a ver un Alianza-San Agustín (Tribuna Oriente, 3 -1 triunfo blanquiazul). Gracias.

Manuel Aquije. Pastelero, drogadicto y fumón. No eres ninguna de las anteriores, lo sé. Mi amigo el papá, el tipo que tiene mi edad y que ya debe transmitirle todo lo que sabe a un enano de 5 años (Yo estaría volviéndome loco para ser honestos). Mi casa es mi casa y tu casa…también es mi casa. Me pasé casi dos años durmiendo un promedio de tres veces por semana en aquel cuarto de la computadora, luego de llegar de ya sabes dónde. Compartimos muchos vasos de whisky y cerveza viendo videos en línea y pensando lo molestas que son nuestras novias. Eres un tipo de gran corazón y de buenas intenciones.

David Lazarte. Qué tales huevos (de manera figurativa) Se ha comido más de una desaprobación, pero aunque no te defendí cuando el loco lava carros te sacó la mierda debajo del edificio, siempre te voy a querer por tener esa determinación que ya quisiéramos algunos. “Me voy a casar”, estás loco; “Está embarazada” , eres un imbécil. “Me voy a Arequipa”, eres un homosexual; te dijimos cosas que quizá a otro hubieran hecho desistir, pero tú sí que le diste con furia para adelante. Nunca te olvides de eso, tienes un aplomo muy jodido y siempre una sonrisa, aunque a veces te largues a dormir tan temprano y seas un cachorrito jugando póker. Grande Pa….to.

Chiki. Jano. Alejandrito. Alejandro Avilez. Mi hermano blanco, quizá si busco una explicación dialéctica o filosófica, e incluso sociológica, de por qué somos buenos amigos, no la encuentre. Pero en otros términos sabes que somos como uña y mugre. Si me están matando a las 3 de la mañana en Chaclacayo y te llamo a pedir ayuda, y tú estás en el Callao, sé que vas a ir sea como sea: lealtad. Honor. Estoy muy orgulloso de ti por miles de cosas, tú sabes bien por todo lo que pasaste. Han sido episodios feos que te han fortalecido. Quizá la vida no siempre se presente con los rayos del sol impresos, pero nunca es de noche para siempre. Ese día en que me elegiste para jugar fútbol en tu mismo equipo…ese día marcó otros miles de días en el que siempre te protegí. Jamás dejaré de hacerlo.

Otro flaco, siempre flaco, siempre alegre y putañero, cagón con sonrisa y muy honesto, vicioso como yo y jodidamente inteligente y culto. Ricardo Claret. A ti te debo un gracias gigante que ni muchos vinos podrán pagar. No creí poder conocer amigos de verdad a esta edad tan avanzada (Tus amigos los haces hasta los 12…16 con suerte, 18 si es que tienes plata), pero cómo es la vida de misteriosa y disimulada, fantástica, borgiana y surrealista (y bizarra). Gracias a ti no me volví loco, encontré a alguien lo suficientemente elocuente para manipular y direccionar mi cerebro y parte de mis emociones. Con buenos vicios y gran talento. Vas a ser un gran hombre (si es que ya no lo eres). Siempre será un privilegio compartir un habano contigo. Ando tremendamente orgulloso, mi hermano.

Todo esto es culpa tuya, Damián, tú y tu plan de mierda. Pervertido, caviar, revolucionario de café y soñador de realidades utópicas. Ese es mi amigo, el que algún día será presidente y, o bien se olvida de mí, o me manda de embajador a Francia o me regala un Ministerio de Cultura que aún no existe. De los mejores guitarristas que alguna vez oí, de los tipos más cultos (pese a su juventud) y con mejor gusto musical que conozco. Eres un persigue púberes, parvulitas que esperan un desfloramiento natural pero que tú tienes la necesidad de acelerar. Algún día viviremos en un cuarto digno de ratas y borrachos en París, solo para ir a La Sorbona o tomarnos un café Les Duex Magots, donde alguna vez Sartre y Hemingway supieron organizar tertulias macanudas.

Yo nunca prometo nada que no pueda cumplir, y ustedes ya conocen mis aficiones por el oficio de la pereza. Pero esta vez prometo escribir un segundo, un tercer y cuanto post se tenga que escribir para complacer a aquellos amigos que no están aquí y que saben que también estoy muy orgulloso de ellos, aunque a veces los tilde de maricones, extremistas, capitalistas, rojos y vagos.

Es un privilegio conocerlos. Gracias a ustedes, en gran medida, soy quien soy en este momento. Luego de las diferencias, las peleas, las carajeadas, los llantos, los cigarrillos y las puteadas, puedo decir que se puede calificar a un hombre de exitoso de acuerdo al grado de lealtad y amor que le tengan sus amigos.

“La vida es como una pieza teatral, no importa cuánto haya durado, sino cuan bien haya sido interpretada”

Séneca