viernes, 12 de junio de 2009

La redondez


Sé que te he descuidado en las últimas semanas. Probablemente quieres que te prometa que no lo volveré a hacer, lo lamento. Desde que nos encontramos y empecé a pervertirte con mis letras descoordinadas, tú sabías que la facultad de prometer algo me era esquiva, que era un desordenado, un vago sin brújula que de cuando en cuando caía por tus aposentos.

Perdóname. Debería contarte por qué lo de mi ausencia, pero serían simples excusas que también otras como tú quisieran escuchar. Lo que tú esperas son razones sinceras y no estupideces.


Te sientes ofendida porque crees que me siento con el derecho de garabatearte cuando me place, observas con recelo a esas otras hojas en blanco que se deslizan por mi lápiz (o por mi cursor) y se amontonan de palabras cargadas de obligación. Olvídate de eso. Tú no eres una obligación. El día que te conocí tú me estabas esperando, sé que yo te puse nombre…otro no te hubiera quedado más perfecto.


Aunque sean vanas y no justifiquen mi provisional exclusión de La redondez quiero, por el respeto que siempre te he tenido, exponerte las razones que me mantuvieron lejos de tu escritorio y de tus graciosas entradas que tan bien educadas están y obedecen sin reparo cuando se almacenan solas.


En estas últimas semanas Morfeo ha sido muy mezquino conmigo, me ha jugado malas pasadas y ha hecho que me acerque más a Dionisio. Es que hay muchas gentes que no comprenden lo difícil que es escribir, por eso, por su culpa, no he podido visitarte. Quieren cambiar unas monedas por un buen promedio, quieren que yo lo haga así tengan que atentar contra mi sueño. Pero no es culpa de ellos, yo no debería ser cómplice de tan vil proceder; lo lamento, tengo que comer, y que fumar, y que llevarla al cine, así que debo hacerlo.


Fueron dos crónicas de 5to, un reportaje de la misma categoría, un par de notas de sexto, otra que no tenía que ver conmigo, pero que, debo decirlo, me lo había pedido alguien a quien quiero tanto o más que a mí mismo, otra que me susurraba al oído un Abelardo Quiñones multiplicado por siete (Tú sabes que ese no lo podía dejar escapar) y además debía enfocarme en mis inútiles trabajos.


Para muestra un botón. Fíjate en las frases infructuosas que estuve hilando esta semana:


“…el sonido de la guitarra de Noam Gallagher y del cruce de manos por la espalda de su hermano mientras entonaban Wonderwall, o de la colosal y pegajosa lengua de Gene Simmons mientras el escenario estaba a punto de incinerarse, o tal vez del chancho rosa volando luego del “Another brick in the wall” de Roger Waters; hoy, el sueño de ver a estos artistas se hace realidad…”


Dime ¿Qué tan profundas son esas líneas, qué de kafkianas, o vargasllosinas, o cortazarianas –mucho menos borgianas- tienen entre sus fríos espacios? Yo te lo voy a decir…NADA. Todo por un puñado de soles. Pero un puñado de soles que a veces pagan los cigarrillos y el ron.

Reiterando mis más sinceras disculpas y sabiendo que no eres como cualquier otra, por más que seas novel y pequeña y no tan detallada aún, por eso, perdón por no haber recurrido a ti. Mi estimada y querida La redondez.


Atte. Leonardo Ledesma Watson

No hay comentarios:

Publicar un comentario