jueves, 16 de abril de 2009

Commutatus vitae



Ha pasado un mes desde que no juego, o tal vez más. Hace unos años solía entrenar muchas horas diarias. Pisaba el césped con frecuencia, me introducía en los Nike plateados a diario, corría por diversión, pateaba - a los rivales- por obligación- y a la pelota-, por convicción. Levantaba, casi sin fuerzas, la mirada al cielo para no ver el camino que faltaba luego de casi cinco kilómetros de recorrido. Recorría los cien metros en once segundos y medio, y la introducía a placr en las más recónditas esquinas sin tener que dar más de tres pasos hacia atrás.

Cuando llegaba a casa luego de haber estado al borde del colapso por tanto corretear, mi madre me atendía. Mi madre, una portentosa morena de labios y caderas anchas, de cabellos como nimbos en tormenta, me esperaba siempre con la comida servida y la ducha caliente. Mi padre, llegaba de trabajar más tarde. Ahora mi madre ya no está, mi padre tampoco. Ambos - en diferentes momentos pero por la misma razón- tuvieron que tragarse su orgullo y aceptar lo que la vida les obligaba a hacer: ambos se tuvieron que ir. Yo me quedé.

Ni siquiera he pisado una plancha rellena de caucho que destruye zapatos y ampolla las plantas. Una plancha verdosa y caliente que simula ser un terreno donde los alter egos de Messi, Zidane y otros tantos tocados hacen de las suyas luego de juntar un dinerito.


Soy un pequeño hongo en un refugio de concreto que dentro cuenta con dos o tres comodidades hacedoras de pereza, pero donde también hay buenas "biblias". Tengo ocho kilos más de lo que siempre tuve, mis abdominales ya no están firmes, mi trasero se balancea de lado a lado, una, otra y otra vez. He hecho treinta planchas en la última semana (antes hacía 50 diarias) y he estado casi 6 horas diarias delante del monitor. En este último mes he leído El paraíso en la otra esquina de Don Mario. Leí también la mayor parte de la novela que, antes de morir, mi abuelo dejó inconclusa. Entre otros papeles por los cuales me aventuré figuran un ensayo de Noam Chomsky, Cómo nos venden la moto, el cual ya había leído en alguna oportunidad pero tuve que releer para un curso de la universidad; y también otro llamado El factor Dios, por José Saramago en donde este nos muestra y demuestra las atrocidades que realizan - o realizamos - los hombres, justificando nuestros actos diciendo que es un celebración de Su poder y Su gloria. También me he mantenido siguiendo las diversas noticias, como el juicio al ex presidente Alberto Fujimori, revisando diarios, revistas, leyendo a mi amigo Fabricio Escajadillo Del Solar en el Perú21, viendo como lo mandaban a escarbar la carroña más inmunda de la naturaleza humana en cada comisión, como la que le tocó cubrir en Cañete luego de que un bus interprovincial se hiciera cenizas- casi todos los pasajeros terminaron al igual que el camión- tras colisionar con una cisterna de gas licuado de petróleo (GLP).

Antes solo leía, con suerte, una vez cada mes o una cada dos meses, mi tiempo era muy reducido para esas actividades. Después de entrenar a hacer los deberes y a dormir para, el siguiente día, sucumbir ante la misma rutina de mierda que algún día me terminó por cansar. He recibido una invitación de mi amigo Gian Carlo para jugar la próxima semana contra algunos adiposos profesores luego de los exámenes parciales. Ya no estoy tan ágil, peso más, corro menos...pero la calidad queda (dicen). Iré sin dudarlo, pero espero que no trate de hacer una de Román y terminé haciendo una de Balán.

2 comentarios:

  1. jajajaja que buena kintin!! q buena!!! el finnal es genial... pero tu solito manchaste la pelota y ahorita serias un ex jotita, o quiza un chemito, en lugar de calin la rosa definitivamente..

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  2. .. me encanto!!..
    dejaste descansando una pasion redonda para seguir otra... con letritas:) pero obvio q la calidad qda!!! y esa te sobra!!!
    suerte.

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